viernes, 6 de junio de 2014

Paso de Jama, Desierto de Atacama, Calama y Megamineria a cielo abierto.



Yala se encuentra a 15 kilómetros de la capital jujeña, y cuenta con una belleza paisajística muy rica y que muy pocos conocen, con lagunas de altura y ríos. Allí nos recibió generosamente en su casa Juanis, un amigo viajero de nuestros amigos tucumanos, y su compañera Vero de Venezuela. Él no sólo nos brindó un lugar donde pasar las noches, sino que también nos aportó muchas ideas para sostener nuestro viaje y nos dio información sobre lugares interesantes a conocer en el camino, más allá de los clásicos centros turísticos. Es así que también es parte de nuestra Costura. Fue gracias a él que decidimos cruzar la cordillera por el Paso de Jama, en lugar de atravesar Villazón por Bolivia, tal como habíamos pensado. Y a pesar de los contratiempos que Jama nos trajo, fue realmente una gran decisión. Volver a cruzar la Cordillera de Los Andes fue nuevamente muy conmovedor.

Desde Yala partimos hacia Purmamarca, y luego de acampar por la noche nos dirigimos a Jama, último punto argentino antes de entrar a Chile, donde pasamos la noche. 
En el camino nos habían comentado que las noches de Jama eran frías y muy ventosas. Lo que nunca nos imaginamos que podían hacer -12°… llegamos aproximadamente a las 5 de la tarde, y como las habitaciones que nos ofrecían los lugareños nos parecían un tanto caras, decidimos armar la carpa en una casita a medio construir, con techos y paredes, pero sin puertas ni ventanas. Fue realmente una noche muy fría, como nunca antes habíamos vivido. Cuando nos levantamos a la mañana, muy contentos de que la noche había terminado, nos dimos cuenta que la moto también había sufrido el frío: el agua del radiador estaba congelada, esto aflojó mangueras y un caño, el goteo hizo que nos diéramos cuenta. Con ayuda de unos amables camioneros brasileños pudimos solucionar momentáneamente el problema, y dejar el país. Así fue que nos adentramos en el Desierto de Atacama, cruzando la inmensa cordillera llegando a los 4800 metros de altura durante varias horas. Colores, salares, lagunas y flamencos no dejaron de sorprendernos. Luego de un largo trayecto, tan hermoso como frío, desembocamos en la histórica ciudad de San Pedro de Atacama, muy pintoresca y repleta de extranjeros.
Al día siguiente continuamos nuestro camino, y paramos en la ciudad de Calama para cargar combustible y seguir viaje. Como veníamos escuchando algunos ruidos provenientes de la cadena de distribución del motor, Fabio le echó un ojo y controló el agua y el aceite. En ese momento nos dimos cuenta que la congelada del agua en Jama había tenido más consecuencias de lo pensado: el agua y el aceite estaban mezcladas. Como los entendidos de motores saben, es un problema grave. Era sábado pasado el mediodía, y no veíamos ni una moto andando como para consultar por un taller, así es que después de un rato fuimos a dar unas vueltas por la ciudad a ver si encontrábamos alguna solución. Ya por la noche nos topamos con un bar cuyo techo estaba adornado con una moto, supusimos que su dueño tendría algún vínculo con las motos y entramos a consultar. No nos equivocamos, nos recibió muy cálidamente Juan Antonio y nos contactó con algunos amigos y clubes de motos de la ciudad. Para nuestra sorpresa, en Calama hay numerosos clubes de motociclistas aficionados, y fueron los Monjes Rebeldes y Ruta 5 quienes nos ayudaron y cuidaron de una manera invalorable: nos dieron hospedaje, nos invitaron a comer, compraron un antigripal ante nuestro inevitable resfrío, y estuvieron expectantes hasta solucionar el problema con la moto. Descubrimos que el congelamiento del agua había dañado la junta de la tapa de cilindro, o la empaquetadura como dicen chilenos y peruanos. Si bien no solucionamos el problema del todo porque en Chile no hay repuestos para nuestra NX250, el mecánico amigo de los Monjes colocó una silicona de alta temperatura a la junta para que aguante hasta que podamos cambiarla.
En plena reparación
Calama es una ciudad grande, en el medio del inmenso desierto de Atacama, muy seca y polvorienta debido a que nunca llueve, para los que la vieron se parece mucho a la ciudad de Breaking Bad.
Investigando un poco sobre este lugar, nos enteramos que Calama posee una historia intensa. Está ubicada en la II Región, y pertenecía a Bolivia antes de la Guerra del Pacífico. Ya siendo parte del territorio chileno (quienes triunfaron en dicha guerra y se apropiaron de vastos territorios bolivianos y peruanos), durante el siglo XX fue convirtiéndose en la capital del cobre debido a la riqueza en este material que posee su tierra. A principios del siglo se instaló la mina a cielo abierto de Chuquicamata, hoy la más grande del mundo, con un consumo de 1800 litros de agua por segundo durante las 24 horas. Su existencia genera muchas enfermedades en la población y en los trabajadores debido a la intensa contaminación en el agua de red y en el aire.
Esta mina fue explotada durante muchos años por compañías extranjeras, sobre todo estadounidenses. Al comenzar la década de 1960, el surgimiento de ideas reformistas y revolucionarias en América Latina, instalaron en la opinión pública la idea de recuperar las riquezas básicas, cobrando fuerza los postulados de la nacionalización de la minería. Un primer paso en este proceso lo constituyó la llegada al gobierno de Eduardo Frei Montalva, cuya línea económica proponía un conjunto de reformas estructurales, destacando una nueva política cuprífera conocida como la chilenización del cobre (1964). Tras la llegada a la presidencia de Salvador Allende se puso en marcha un inmediato proceso hacia la nacionalización y estatización de la gran minería del cobre, proceso que culminó el 11 de julio de 1971, cuando el Congreso Nacional aprobó, con muy pocas modificaciones y por votación unánime, la enmienda constitucional que hizo posible la nacionalización total del cobre, caratulada como Ley Nº 17.450. El presidente Salvador Allende se dirigió al país señalando que: “Chile va nacionalizar el cobre en virtud de un acto soberano. Acto soberano que incluso está consagrado en las resoluciones de las Naciones Unidas, que establecen que los países tienen derecho a nacionalizar sus riquezas básicas”.
En la actualidad es Codelco, Corporación Nacional del Cobre de Chile, la empresa estatal chilena dedicada a la explotación minera cuprífera, rubro en el que es la mayor compañía del planeta.
A diferencia de lo que vimos en la provincia argentina de Catamarca, en Chile la minería genera empleo en las poblaciones en donde se produce la explotación, y los habitantes tienen capacidad de consumo ya que por lo general están bien pagos. Aunque por supuesto la contaminación es igualmente nefasta.
A fines de la década del 90´se produjo un escape de relaves de Codelco provocando la contaminación del río Loa, el cual atraviesa toda la región.
Viejo Cementerio en el Desierto
Nosotros al salir de Calama tomamos la famosa ruta 5 hacia el norte y visitamos Quillagua. Este pequeño poblado ha sido una de las víctimas más afectadas por el desvío del río para el desarrollo de la minería y por la contaminación del mismo. Un sector que supo ser rico en agricultura y cria de animales, hoy es uno de los más secos del mundo sin agua potable. Después del desastre ecológico muchos de sus pobladores vendieron sus tierras a la minería y migraron hacia otras partes del país en busca de oportunidades; hoy, Quillagua cuenta con una población de 115 habitantes siendo la mayoría de la de la tercera edad.

 
Por otro lado, hay evidencias arqueológicas que demuestran que la zona estuvo poblada 700 años antes de Cristo, lo que genera una riqueza a nivel histórico incalculable. A nuestra llegada nos acercamos a una señora mayor, Felicia, quien posee la llave de un museo que funciona en una vieja casa en donde están resguardadas momias prehispánicas, las cuales deben su estado de conservación al alto contenido de sal en todo el territorio.
Así fue nuestro paso por Chile, donde si bien no hemos tenido posibilidad de relevar información de teatreros, sí nos topamos con personas maravillosas y con una realidad social y económica que inevitablemente debimos analizar y pensar. Y de esta misma manera seguimos nuestro camino, ya movilizados y modificando diariamente nuestra manera de ver esta parte del mundo.

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